Lo que debe ser bien, ¡cierto!, ¡ciertísimo!, no puede nadie hacerlo pasar por “falso bien” o por insuficiente bien o por “contaminado bien de algún mal”, por mínimo que sea...

Por lo menos, a mí (sea lo que sea para vosotros) no me puede el engaño… ¡ni el consentirlo siquiera!

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