El arte de salvar el arte

Arte y Creación
Tipografía
  • Diminuto Pequeño Medio Grande Más Grande
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Así que los gobiernos e instituciones que apoyan la restauración de diversas obras, deben cerciorarse de emplear expertos en la materia...

La restauración existe desde tiempos muy antiguos; hay pruebas de restauraciones en la época prehispánica con las vasijas y utensilios de uso ritual que fueron unidos con chapopote como pegamento. También existen escritos que datan de la época romana que explican cómo desprender pinturas murales (muchos murales griegos fueron desprendidos de sus edificios originales y llevados a Roma).

Aunque parece un trabajo sencillo, se necesita de mucha habilidad manual. Esta profesión requiere de conocimientos de química, biología, historia del arte, incluso de física. Toda investigación previa a la conservación y/o restauración parte de la materia; misma que se transforma por causas externas como el clima (seco, húmedo, templado, frío), la luz (solar y artificial), o internas como su composición química o los materiales que la constituyen.

Desde los años 60´s en México existe un instituto encargado de la conservación y restauración del patrimonio cultural. En esa época, el gobierno de México hizo una alianza con UNESCO y trajo a especialistas de Bélgica, Francia, Suiza, Italia, Alemania e Inglaterra para que enseñaran a los estudiantes de Latinoamérica los criterios de restauración que se llevan a cabo en el viejo mundo.

La restauración es muy compleja, y sin conocimientos es muy probable que la obra a restaurar pierda totalmente su valor (existen muchas obras en México que han sido intervenidas por inexpertos y lamentablemente han sido arruinadas). México tiene una riqueza cultural que muchos países desearían, y esa riqueza contempla lo prehispánico, colonial (o Virreinal), siglo XIX y XX.

Restauración de sitios prehispánicos

Rescato una entrevista al arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma en la revista Arqueología Mexicana en abril de 1993, en la que hace una referencia a la mala restauración que tuvo la pirámide del sol en Teotihuacán:

“Los trabajos de principio de siglo estuvieron a cargo de un arqueólogo muy singular y controvertido, don Leopoldo Batres. Estos trabajos se desarrollaron entre 1905 y 1910, es decir, cinco años de excavación en los que Batres se concentró fundamentalmente en la Pirámide del Sol. (...) Podríamos afirmar que esta pirámide fue deformada en su totalidad. Estudios posteriores, como el de Remi Bastien en 1946, demuestran claramente el alto grado de error que existió en la excavación. No sólo eso, según el propio Bastien en el tercer cuerpo de la pirámide se colocaron una serie de elementos como si fueran originales, y esto último sí es muy grave: habla muy mal de don Leopoldo. (...) Es decir: lo que vemos hoy como Pirámide del Sol y que ya es, por decirlo de alguna manera, una vista histórica, no corresponde a la realidad. No era así ni remotamente. En mucho de esto influyó la mano de don Leopoldo, quien colocó escaleras donde no las había”.

Ésta pésima restauración en la que se “inventó” la pirámide del sol nos lleva al criterio número uno de la restauración:

La Mínima Intervención

Con esta base, todo restaurador y arqueólogo con estudios trabaja hoy en día. Es un criterio que se lleva a cabo en monumentos, obras de arte y sitios arqueológicos. Es, como su nombre lo dice, realizar una intervención mínima para devolverle la “vida” a la obra sin inventar, o como dicen algunos, “ponerle de su cosecha”.

Pintura y escultura

En México, en cada esquina de nuestros centros históricos se encuentran monumentos coloniales, que conservan en su interior la magnificencia de retablos, pinturas, esculturas y objetos de la vida cotidiana. En la pintura, el criterio de restauración es muy limitado, puesto que no se debe repintar nada (porque ahí se denostaría el trabajo del pintor, además la obra tiene un autor, no dos), se debe conservar la obra para futuras generaciones. La limpieza del barniz oxidado (en el caso que lo haya) es muy delicada, puesto que hay veladuras que con una mala limpieza pueden perderse (tales como las cejas, pliegues de la ropa, caras, cabello, entre otros).

En cuanto a la escultura, un claro ejemplo son las obras de arte en madera, doradas y estofadas, o policromadas, que podemos encontrar en muchos templos. Éstas, con el paso del tiempo (y más de la mano humana en la limpieza) pueden perder la hoja de oro y policromía, además, los cambios de temperatura y humedad, pueden agrietar la madera.

Así que los gobiernos e instituciones que apoyan la restauración de diversas obras, deben cerciorarse de emplear expertos en la materia.

Guillermo Ríos Delgado Falcón