Gilberto Bosques, relatos y poesías 3

Arte y Creación
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“Cuando inscribimos con letras de oro el nombre de Gilberto Bosques Saldivar en los muros del Congreso del Estado, tuvimos el honor de su presencia y nos dió un mensaje que a continuación les comparto en una primera parte”

Manola Álvarez Sepúlveda.

 

Estoy abrumado por tan alto honor: El Decreto por el cual se inscribe mi nombre en este recinto y encontrarme ante la representación genuina del pueblo de mi estado.

 

La vida me ha permitido llegar a esta edad excesiva. Soy hombre a quien las cosas empiezan a dar rastros, señales y pañuelos de despedida.

 

Yo soy poblano, poblano de nacimiento, poblano de formación. Nací en una villa que tiene historia heroica, que mucho honra a mi pueblo.

 

De mi villa natal, en donde nací en una risueña casa inclinada sobre un flanco de la barranca del Ojo de Agua.

 

Nací en la entraña misma de aquella villa y pasé mi infancia entre aquel paisaje del trópico, elocuente medio informativo de la plástica del paisaje. Nací allá y recorrí toda la extensión de lo que entonces era el distrito de Chiautla.

Me impregné de todo el vigor, el fluvio, la elocuencia, la palabra del agua y de las montañas. Primera formación a la que generosamente se ha aludido, y después estuve en esta ciudad como estudiante, y aquí acabé de formarme por la virtud mágica de una ciudad como ésta, hermosa, prócer; ciudad en aquellos días límpida como ahora, con una atmósfera y transparencia que solamente he encontrado en alguna parte de Europa.

Aquí me formé en la lucha estudiantil de esfuerzo y por la causa del pueblo.

 

Continuaré con su mensaje.

 

La parte sentimental y humana de Gilberto Bosques se refleja en los poemas que escribió en su juventud y que su hija Laura me ha enviado para compartirlo con ustedes, ahora lo hago con:

 

             POSESIÓN 

 

Con el sol en la venas

bajé de la montaña.

 

Corazón en galope

devorando distancias.

 

Vértigo en las alturas

misterio en la cañada

expectación de rocas

y de maraña intactas

que habría en ancha brecha

mi vanguardia de audacias

 

Un tropel de guijarros 

replicaba la marcha 

y un clamor de torrente

los ámbitos llenaba

 

Iba con pecho pleno

por la pendiente brava

buscando en el tumulto

de crestas y gargantas

 

Y llegué hasta la cima

de la áspera cañada

y me hundí en el estruendo

virginal de sus aguas

y abriendo hacia la altura

los ángulos del alma

me sentí como nunca

dueño de la montaña

de mis maternas cumbres

de mi jirón de patria

de la voz del abismo

y del clarín del alba.

 

¡Sólo en aquel instante

poseí a mi montaña!

 

Cuando volví a mi risco

que señoras distancias

encontré nuevas cuerdas

en mi joven guitarra.

 

Puebla, puebla 1922.

 

Nota: se respetó la redacción, la puntuación y la ortografía original. 

 

Manola Álvarez Sepúlveda