La Puebla variopinta, conspiración del poder (Presentación)

Réplica y Contrarréplica
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A aquellos que pueden ser orientados,
debemos prestarles nuestra ayuda ética,
más aún que si se tratara de ayuda material.

Aristóteles, Ética Nicomáquea

 

A manera de presentación

En Puebla pasa todo. Es como una especie de crisol donde se mezclan los bienes y males políticos de la república mexicana.

Por eso y un poco más se la considera una entidad que pone a prueba la honestidad e integridad profesionales, incluido el prestigio, la calidad humana y la ética de cualquier servidor público. No en balde los poblanos hemos constatado que, en efecto, hay fundadas razones para decir que nadie es profeta en su tierra.

Una muestra:

De los últimos doce gobernadores sólo cuatro han sido “poblanos de Puebla”, o sea políticos formados en el ambiente barroco mexicano, expresión ésta surgida del arte novohispano que puso su cuño en el modo de ser de los poblanos: Alfredo Toxqui Fernández de Lara, Gonzalo Bautista O’Farril, Melquiades Morales Flores y Mario Marín Torres, éste último mejor conocido como el Precioso. El resto vivió la mayor parte de su existencia lejos de Puebla, ya sea porque les llamó la carrera de las armas, o debido a que estudiaron en universidades del extranjero, o simplemente porque se formaron en la administración pública federal y en la política nacional. Esos ocho poblanos abandonaron su terruño siendo niños o jóvenes, pasos que siguieron muchos otros empresarios triunfadores; es el caso de Manuel Espinosa Yglesias y Gabriel Alarcón Chargoy, por sólo citar a dos paisanos dueños de cuantiosas fortunas. Lo mismo hizo Gustavo Díaz Ordaz, quien, con el sentido del humor que le caracterizó, ironizaba diciéndole a los amigos que sus paisanos nunca lo dejaron llegar al gobierno de Puebla y que por ello tuvo que salir de su tierra para convertirse en Presidente de México, el más controvertido de la segunda mitad del siglo XX.

Mencionar al ex presidente Díaz Ordaz, obliga a recordar su lado anecdótico sin meternos al espacio histórico manchado de sangre y lleno de disculpas y justificaciones oficiales, referencias que requerirían de cientos de páginas negras, circunstancia ésta que no encaja con el contenido del libro que tiene en sus manos. Sin embargo, hay anécdotas que a pesar de no borrar los malos recuerdos nos presentan la faceta humana de Díaz Ordaz, el hombre que se negó a entender la importancia de la ética pública, valor que le hubiese permitido controlar sus pasiones y, además, privilegiar la idea de que “el deber está por encima del poder”[1].

Ése, que fue el poblano más destacado del siglo XX, tenía un bien desarrollado sentido del humor, característica que le permitió burlarse de su físico. Una muestra: todos los días preguntaba a sus colaboradores qué decía la canalla sobre su persona. Fue así como se enteró del chiste sobre su madre. Le informaron que la plebe había esparcido el rumor travieso sobre su progenitora: va a ser enjuiciada por traición a la Patria, decían, porque le hizo un feo a la nación. No conocí ni supe el nombre del autor del chiste, empero estoy seguro que fue uno de los tantos humoristas involuntarios que con sus chascarrillos lograron atemperar la frustración o el coraje provocado por el ejercicio desmedido del poder. Lo curioso de este asunto es que el propio don Gustavo festejaba semejante chacota, igual como lo hizo con otras bromas sobre su persona, guasas que menciono en las siguientes páginas. Mientras llegamos a ellas les comparto la que recordé después de leer alguna de las noticias sobre el Michoacán violento: el origen poblano de Gustavo Díaz Ordaz, en apariencia recoleto, inspiró al proletariado para soltar el ludibrio sobre su físico: el presidente es tan hocicón, sentenciaron, que todos los días comulga con morelianas.

En algunos casos me valdré de lo anecdótico por ser una de las facetas del estilo de los políticos poblanos (gobernantes y gobernados). En otros referiré pasajes de la historia de Puebla, en especial los hechos que confirman lo que dice el adagio: el principio es la mitad de todo; sucesos que bien podríamos definir como el big bang que en 1531 dio origen a la disímbola sociedad poblana.

La Puebla variopinta, conspiración del poder, es el título de este libro en cuyas líneas intentaré demostrar cómo lo político y mediático se han combinado con las ambiciones personales y de qué manera se produjeron los recules que nos recordaron épocas que considerábamos olvidadas. Contiene asimismo fragmentos de la historia, la primera parte del fabulario o relación de hitos que inspiraron el barroquismo o modo de ser del poblano, además de los contrastes de la sociedad política que adoptó la práctica que hizo famoso a Joseph Goebbels. Con todo ello quiero mostrar al lector las razones del por qué los poblanos somos como somos, contentos o no con nuestro pasado, omisos u orgullosos de la herencia de nuestros ancestros, conformistas con lo que “Dios manda”, o críticos ante los actos del gobernante que menosprecia la inteligencia de la sociedad.

Una aclaración-disculpa: el uso de la primera persona es debido a que mi relato es testimonial.

Alejandro C. Manjarrez

[1]Bautista, Óscar Diego. Necesidad de la ética pública. Ed. Senado de la República lxi Legislatura.