La política de vacaciones (Crónicas sin censura 9)

Réplica y Contrarréplica
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Con la buena intención de alejar al lector de las preocupaciones surgidas ante la inesperada devaluación del peso y sus consecuencias inflacionarias, sociales, financieras y comerciales, ahora y contra mi costumbre me permitiré contarle un chisme. Digamos que medio político y medio del jet set.

En la zona conocida como Punta Diamante del bello puerto de Acapulco coincidieron (o se dieron cita, vaya usted a saber) varios poblanos de la industria, el comercio y la política. La figura central fue nada menos que el exgobernador Mariano Piña Olaya, quien – según comentó a este columnista– es el mismo que conocimos hace muchos años con la diferencia de que ahora está “más panzón, más pelón y más canoso”.

    Durante los días del 25 del diciembre pasado al primero de enero de este año 1995, Guillermo Pacheco Pulido, Baraquiel Alatriste, Julian Haddad, los hermanos Yitani y los Maccise, tuvieron oportunidad de compartir gratos y divertidos momentos. Unos jugando golf, otro, Julian acompañándolo a correr todas las mañanas (quizá bajar la panza fue uno de los propósitos del Año Nuevo), alguno de ellos solidarizándose con Piña al dejarse manosear por expertos masajistas de la estética, y todos departiendo la buena comida del hotel Princess, es especial del restaurante Le Gourmet, sin desaprovechar la oportunidad de echar un taco de ojo (la temperatura, el clima y la playa atrae todo tipo de bellezas sajonas y gran variedad de “monumentos nacionales”).

    Es obvio, pues que entre green y green de algunos de los 36 hoyos que se encuentran diseminados en dos Campos de golf (el del Princess y el del Pierre Márquez) salieran a reducir las novedades poblanas.

El Programa Angelópolis, la erupción del volcán, los nuevos diputados federales, las elecciones extraordinarias de Atlixco, el perriférico ecológico, la nueva venta de los terrenos expropiados, los socios de Cabal Peniche, las amistades con Zedillo, el gabinete, la nueva ley electoral y la devaluación –positiva para los privilegiados cuyos ahorros están en billetes verdes y negativa para la mayoría que apenas tiene que comer.

    No pude dejar de preguntarle cuales eran sus posibilidades políticas. Con la aparente sinceridad que le distingue, contestó lo siguiente (lo repito de memoria):

    –El señor presidente me ofreció la embajada de Inglaterra (no aclaró si el ofrecimiento provino de Salinas o de Ernesto Zedillo).

Pero como tengo intereses económicos que vigilar en México decliné la honrosa invitación. Además tal y como lo hizo el licenciado Farrel, yo también entregue la oficina de Seguridad Nacional (Mariano Piña Olaya está de nuevo en la palestra política, en el ojo de la tormenta, en la cresta de la ola. Su función será la de subsecretario de la recién formada Coordinación de Seguridad Publica de la Nación, colaborando con Arsenio Farrel Cubillas en un trabajo que el jurista Ignacio Burgoa Orihuela calificó como inútil, estéril y sumamente costoso 17– V–1994).

Ahora solo me dedicaré a cuidar la línea y dedicar más tiempo a la familia, sobre todo después de las vacaciones que empecé en Europa y concluyo en Acapulco.

     Sin necesidad de hacer más preguntas, el controvertido abogado se explayó para abordar el tema de sus hijos.

    –Martha está aquí en su casa acapulqueña; Mariano y Juan Pablo, junto con Patricia me acompañan; Cecilia no pudo venir porque está esperando familia y se encuentra algo delicada y Rodolfo y Carla se fueron a Vail.

    Curiosamente la familia Salinas estaba en el mismo lugar esquiando y tal vez acostumbrándose a la frialdad política que de aquí en adelante le tocará vivir.

    Ya no me fue posible seguir con la interesante conversación que fugazmente sostuve con el exmandatario poblano. Esto es porque estaba a punto de cerrar el salón de belleza que se encuentra ubicado en el mezzanine del Princess, y porque don Mariano corrió presuroso a darse el masaje vespertino y quizás usar una mascarilla que no obstante la panza, la pelona y las canas, le permite conservar su cutis lozano y juvenil.

 

4 /I/1995.

Alejandro C. Manjarrez