Plan GREEN. Intento de invasión norteamericana, y el operativo de México para impedirla

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Es importante ponerlos a su alcance para que reflexionen sobre las vicisitudes por las que ha pasado nuestra gran nación y recordarles a esta y a las próximas generaciones que la formación de los mexicanos permitió a la nación salir airosa de los embates imperialistas...

 

Octavio Paz escribió que “una sociedad se define no solo por su actitud ante el futuro sino frente al pasado.”

Lo dijo en el preámbulo de su libro, “Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe”. En él explicó a sus lectores los que hoy lo “escuchamos con los ojos”–diría Sor Juana– el porqué los mexicanos “vivimos entre el mito y la negación, deificamos a ciertos períodos y olvidamos a otros.”

En ese luminoso puñado de palabras, Paz abre el enorme abanico que forman los antecedentes históricos, muchos de ellos perdidos entre el polvo del tiempo de la, a veces, incomprendida o ignorada historia de México.

De esos espacios de la memoria nacional, el que por cercano se nos presenta con los contrastes ideológicos que se dan en nuestra patria, rescato uno de los pasajes de la dignidad republicana y la inteligencia gubernamental que hicieron de México el país líder de América Latina.

La investigación realizada me permitió conocer y publicar, lo que por haber sido un secreto de Estado, permaneció oculto en la memoria de los protagonistas y en la documentación oficial de México y los Estados Unidos.

Este estudio establece que el petróleo, también conocido como “excremento del diablo”, produjo una intentona de invasión y la oportuna respuesta del gobierno de Plutarco Elías Calles, la evitó.

Esta investigación primero fue mi tesis profesional en la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y posteriormente el libro Espionaje y Contraespionaje en México.

Entrevisté a los protagonistas del lado mexicano: Emilio Portes Gil, Luis N. Morones y José Álvarez y Álvarez de la Cadena, el primero gobernador de Tamaulipas en ese entonces, el segundo secretario de Industria, Comercio y Trabajo y el tercero Jefe del Estado Mayor Presidencial de Calles. De ellos obtuve declaraciones que habían permanecido inéditas.

¿Por qué me las dieron?

Porque eran para una tesis profesional y me acompañó mi padre, amigo de ellos y uno de los coordinadores del operativo de defensa, José Álvarez y Álvarez de la Cadena.

Desde luego todos me autorizaron a publicar sus declaraciones.

Entre los derechos sociales que se plasmaron en la Constitución de 1917, estaba el sentido social de la propiedad, así como la reivindicación de la propiedad del subsuelo para la Nación, cedido por Porfirio Díaz a los dueños del suelo, en la ley de Minas y el Código de Minería.

Entre los momentos interesantes de la política diplomática de Mexico resalta el episodio a que haré referencia y que trataré de compartir en forma sintetizada. En el libro están los documentos en los que me basé, además de las entrevistas.

La trama de la investigación antes mencionada, parte del conocimiento que tenía Calles sobre las intenciones que abrigaban el secretario de Estado norteamericano Frank Billings Kellogg y el embajador James Rockwell Sheffield, ambos accionistas y abogados de algunas compañías petroleras y por ende atados a fuertes intereses personales. Sabía que estos personajes querían a toda costa impedir que se legislara la Ley del petróleo reglamentaría de la fracción primera del artículo 27 constitucional.

Cuando este artículo se discutía en el Congreso los diputados constituyentes fueron citados a una sesión secreta. En ella el Vicepresidente del Congreso, el general Cándido Aguilar –que también era Secretario de Relaciones Exteriores– por instrucciones del primer jefe Venustiano Carranza les dio a conocer el contenido del telegrama de su representante en Washington:

se le notifica que el Departamento de Estado dice que si el artículo 27 de la Constitución se aprueba en los términos en que la discusión se está llevando a efecto, el gobierno estadounidense se vería precisado a intervenir militarmente en nuestra patria. Cuando el primer jefe consultó la opinión de los diputados constituyentes, todos se pusieron de pie para apoyar la siguiente respuesta: El artículo 27 de la Constitución se aprobará a pesar de las amenazas de los Estados Unidos.

Sin embargo no nos invadieron.

(Episodio narrado por el diputado constituyente José Álvarez).

Así mismo, Calles, había sido enterado de que los norteamericanos, estaban planeando una invasión al territorio mexicano, so pretexto de proteger los intereses de los estadounidenses que tuvieran inversiones o acciones petroleras.

El llamado Plan Green establecía la forma detallada de llevar al cabo la invasión a México. Debido al momento por el que atravesaban las relaciones diplomáticas, llegó a pensarse que era inminente una invasión militar de parte de este último país, sobre todo por las grandes influencias que en Washington tenían los petroleros que se sentían agredidos.

Los conflictos entre los dos países se agravaron debido a la personalidad del embajador estadounidense Sheffield, quien además era un abogado corporativo que fungía como accionista de la Standard Oil Company.

El Secretario de Estado Kellogg convencido por el embajador, hizo declaraciones muy fuertes contra México como por ejemplo:

“El gobierno de México está siendo juzgado ante el Mundo. Tenemos el mayor interés en la estabilidad, prosperidad e independencia de México. Hemos sido pacientes y nos damos cuenta de que demanda tiempo el asiento de un gobierno establecido, pero no podemos tolerar la violación de sus obligaciones y la falta de protección a los ciudadanos americanos”.

Ante esta amenaza el presidente de Mexico, decidió organizar varios grupos con el objeto de confirmar los informes confidenciales que circulaban hacia el interior de la embajada de Estados Unidos y los enviados por varias embajadas mexicanas, así como la correspondencia del embajador con el Departamento de Estado.

Para lograrlo se valió tanto del grupo de Luis N Morones, como de los gobernadores de la zona petrolera y de los oficiales del Estado Mayor Presidencial, cuyo Jefe, puso en operación los medios, generalmente usados en el espionaje mundial, entre ellos las relaciones íntimas con el personal femenino de la embajada norteamericana.

El general Calles envió al general Lázaro Cárdenas como Jefe de Operaciones de la zona norte de Veracruz, con el encargo de resguardar la zona petrolera de cualquier ataque internacional.

Terminada la investigación mi padre le envió mi tesis al general Lázaro Cárdenas quien  le contestó entre otras cosas:

“La continua intromisión y las múltiples presiones ejercidas por las compañías petroleras y el propio gobierno de los Estados Unidos para usufructuar una posición de privilegio en cuanto a la explotación del petróleo en México, resaltan en sus verdaderas dimensiones en el trabajo que comento y como señala la joven autora de la tesis en sus conclusiones ‘queda clara la influencia que en la política internacional de los Estados Unidos ejercen los intereses económicos de sus ciudadanos, así como la protección específica del gobierno de aquel país a las compañías petroleras; motivando en el curso de la historia de México de casi un siglo atrás, dificultades externas e internas que, algunas veces produjeron perturbaciones para la marcha ascendente y pacífica del país’”.

Me felicitó por el contenido y la interpretación patriótica de mi tesis profesional.

Emilio Portes Gil, gobernador de Tamaulipas recibió la orden presidencial para, en caso de que se llevara a cabo la invasión, a efecto de evitar que los Estados Unidos se apoderase de los pozos petroleros, si fuera necesario, había que incendiar los yacimientos de la Huasteca, junto con las refinerías de Árbol Grande, Madero y Mata Redonda.

Por su parte Luis N. Morones me dijo en la entrevista que me concedió:

“Tensa la situación en las relaciones Mexico–norteamericanas, pensé en la necesidad de conocer todo lo que fuera posible sobre la correspondencia entre el embajador de los Estados Unidos en México y el Departamento de Estado para tratar de frustrar las maniobras incubadas aprovechando la inviolabilidad de la correspondencia diplomática. Con tal motivo soborné a un empleado filipino, que era el encargado de manejar las claves que se utilizaban en la correspondencia oficial de la Embajada y lo mismo hice con una secretaria taquimecanógrafa. El objeto era que me facilitara las claves de los documentos relativos al problema del petróleo que interesaban a México.

Arduo fue el trabajo, y además peligroso. Había ocasiones en que un documento no podía permanecer en manos de mis informantes arriba de unas cuantas horas.

Estos hechos reales fueron para México las cartas de triunfo en su debida oportunidad, porque ésta documentación fue la que sirvió para que salieran del Departamento de Estado Kellogg y el embajador de México Sheffield.

De las copias fotostáticas tomadas se hicieron cuatro expedientes, de los cuales uno entregue a Calles y los demás fueron depositados en otros países, con la orden que solamente al general Calles o a mí fueran entregados”.

Tuvo éxito y con dificultades se obtuvieron muchos documentos vitales para la investigación.

Morones también me comentó.

“Con los documentos que llegaron a mi poder por los medios que ya he señalado, formé varios expedientes. El original se lo entregué al general Calles y los demás los llevé a varias legaciones diplomáticas de México, principalmente en Europa, con el fin de utilizarlos para denunciar la intromisión extranjera. Cuando se normalizaron las relaciones con Estados Unidos, personalmente fui a recoger los documentos.

Años después y por razones políticas salí desterrado del país acompañando al general Calles. Y como sabía que mi casa iba a ser cateada, me adelanté a sacar la documentación del caso. Mi esposa me ayudó a revolverlos con los que no tenían importancia y los repartí con diversas amistades. Pero no faltaron quienes aprovechándose de la situación los ocultaron o se quedaron con algunos; sin embargo pude recobrar la mayoría y ahora los tengo en cajas fuertes en mi casa de México (la entrevista se realizó en Cuernavaca). Le prometo a usted que en cuanto vaya a la capital y pueda ordenarlos un poco, la llamaré para que los vea.”

Desgraciadamente, poco después el señor Morones enfermó y unos meses después falleció, sin que hubiera podido tener acceso a los documentos, ni conocer su actual paradero.

El general José Álvarez en la entrevista declaró, entre otras cosas, que el espacio no permite referir:

“Con mi carácter de Jefe del Estado Mayor Presidencial del señor general Plutarco Elías Calles, en el año de1925, fui informado por mi jefe que su gobierno había recibido noticias procedentes de las embajadas de México en Washington, en Londres y en Bélgica relativas (a lo que ya hemos comentado).

“Me dijo también que por ese conducto se había enterado de que el presidente Calvin Coolidge desconocía el interés personal del embajador y el secretario de Estado.

El señor Presidente Calles confiaba en que con la obtención de pruebas de tal complicidad podría salvarse nuestra patria, pues estába seguro que el presidente Coolidge no toleraría la intervención armada en México por una intriga personal.

El presidente Calles me manifestó:

Usted que entiende y habla inglés, tendrá a su cargo asistir a cuantas reuniones seamos invitados por el embajador y en forma inteligente procurará obtener los informes que beneficien a México.

Creo prudente que se valga usted, como lo ha hecho en otros asuntos, de los muchachos oficiales que forman la policía especial de la Presidencia, para que éstos se relacionen con el elemento femenino de la Embajada y nos informen sobre lo que convenga hacer.

En lo personal entregué al presidente los informes que gracias al trato amistoso obtuve de los empleados de la embajada.

Tanto por el respeto, alta estimación y cariño a mi jefe como por el gran beneficio que para México tendría este trabajo, puse en él todo mi empeño y entusiasmo. Creo que los resultados fueron buenos: uno de mis subalternos logró conquistar a una guapa gringuita esposa de un militar asignado a la Embajada (Sin embargo gracias a mi insistencia –más de hija que de investigadora– logré saber que la principal informante era la esposa de uno de los agregados militares de la embajada de Estados Unidos, por caballerosidad no me quizo proporcionar su nombre).

Y la mujer llegó a aficionarse tanto a él que le consiguió varias cartas originales y copias fotográficas de documentos de gran interés para México (correspondencia entre el embajador y el secretario de Estado.”

Como su misión resultó exitosa, obtuvieron importantes documentos e informes confidenciales, no hubo necesidad de sustraerlos de los archivos, que según declaraciones de Portes Gil, Morones y Álvarez se encontraba en la habitación del embajador, y por lo tanto ninguno de los miembros de esa embajada se enteró de esta vertiente del espionaje mexicano.

Al licenciado Portes Gil le pregunté si conocía el tema de cómo se obtuvieron los documentos procedentes de la embajada americana y me dijo que en efecto lo conocía porque el general Calles se lo había relatado, y coincidió con lo dicho por los demás participantes.

Calles se comunicó vía telegráfica con el presidente norteamericano; le informó que una persona de absoluta confianza le entregaría documentos originales importantísimos, los cuales debería de conocer antes de cometer el crimen de invadir el territorio nacional. Le dijo que si después de leerlos su gobierno insistía en su actitud de agresión contra México, las copias en poder de las misiones diplomáticas serían dadas a la publicidad, para que el mundo juzgara el atropello que iba a cometerse contra un país que sólo trataba de defender su soberanía.

También le mencionó lo lamentable que sería para el prestigio internacional del gobierno estadounidense que sus soldados y marines cruzaran la frontera o desembarcaran en un puerto mexicano.

El embajador de México en Estados Unidos, se entrevistó con el presidente Calvin Coolidge mostrándole los documentos. Contestó que si resultaban ciertas las estipulaciones relativas a que las compañías petroleras nunca aceptarían los tratos amistosos con el gobierno de México, porque el gobierno de su país los apoyaba, Kellogg debería salir del gabinete.

Después de leer los documentos el presidente de los Estados Unidos pidió a los delegados mexicanos 24 horas para darles respuesta. Convencido de la autenticidad de los documentos, al día siguiente les informó que tenía la certeza de que a México le asistía la razón, asegurándoles que las compañías petroleras cumplirían la ley mexicana.

Cambió al embajador Sheffield y lo substituyó por Dwight Morrow.

Poco después relevó a Kellogg como Secretario de Estado.

Con estos y otros antecedentes históricos, considero que los jóvenes mexicanos tienen que conocerlos para, en algunos casos, quizá muchos, contrarrestar la desorientación, complejos y apatía, actitudes que implantó en México la cultura del plástico y del colesterol.

Es importante ponerlos a su alcance para que reflexionen sobre las vicisitudes por las que ha pasado nuestra gran nación y recordarles a esta y a las próximas generaciones que la formación de los mexicanos permitió a la nación salir airosa de los embates imperialistas.

Manola Álvarez Sepúlveda