Giros negros, candidatos ¿blancos?

Alejandro C Manjarrez
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Tanta enjundia y en algunos casos maña para ganar la elección municipal, me motiva a preguntar a los candidatos:...

Tanta enjundia y en algunos casos maña para ganar la elección municipal, me motiva a preguntar a los candidatos: ¿por qué y para qué quieren ser presidente municipal de Puebla?

Es obvio que si contestan me dirán que para servir a los poblanos y construir el futuro y resolver los problemas urbanos y etcétera, etcétera. El mismo rollo que hemos escuchado de otros contendientes que después fueron alcaldes.

Lo curioso es que ninguno de ellos (el actual y los pasados) dijo (o han dicho): “acabaré con el apartado ése que se llama giros negros”. Esto porque de ahí salió, sale y seguramente saldrá (si no pregúntenselo a Eduardo Rivera) los gastos extras que no pueden (ni deben) comprobarse digamos que oficialmente. Y conste que no hablamos de cantidades menores. No. La recolecta ha dado para que algunos primeros regidores hayan podido resolver su problema económico e incluso invertir en su promoción personal para, por ejemplo, buscar la gubernatura.

Le platico una anécdota:

Mariano Piña Olaya, entonces en campaña para gobernador, quería que Marco Antonio Rojas Flores fuera el candidato para contender por el gobierno de la capital del estado. Pero como Rodolfo Sánchez Cruz se la había prometido a Guillermo Pacheco Pulido, el ingeniero (hijo de quien hizo las veces de pie de cría de varios políticos importantes) llamó a su amigo el secretario de Gobernación Manuel Bartlett y le pidió el favor. Bartlett accedió (compromisos de familia) e instruyó a Mariano para que fuera a verlo allá a Bucareli donde le dio, para él, la mala noticia: “Pacheco Pulido deber ser el candidato y por ende presidente municipal de Puebla”.

Mariano aguantó vara; sin embargo, ya en el poder cobró la “afrenta” al designar como tesorero a uno de sus cómplices políticos, el que le había ayudado a tomarle el pelo mediático a Miguel de la Madrid: le dio instrucciones de vigilar al grupo de Guillermo y por ende el presupuesto. Empero, Piña no sabía que las participaciones e ingresos de la Comuna eran insuficientes para sufragar la obra pública, el gasto corriente, las deudas heredadas y otras obligaciones más. Así que tuvo que caerse con su cuerno interesado en que el tesorero (su cuate) no hiciera el ridículo.

En aquel trienio (como en muchos otros) la salvación fue precisamente el producto de los giros negros convertidos ya en la fuente de algo parecido a una “caja chica” cuya abundancia resolvió las preocupaciones financieras del grupo en el poder municipal.

Por eso dije arriba que le pregunten a Eduardo Rivera. Su respuesta, creo, sería la de un honesto servidor público cuyo arrepentimiento por los pecados cometidos (pesa el Yunque), podría inducirlo a poner a sus órdenes el mapa de la corrupción municipal.

Ah, la intención presenta un problema más: la abundancia de militantes u operadores políticos avezados en la captación de votos y cooptación de indecisos. No dude el lector que alguno de ellos (o varios) diga e incluso argumente: “es que estamos en tiempos de sumar”.

Concluyo con otra anécdota:

Durante la administración de Blanca Alcalá hubo un desfalco que preocupó al grado de la pataleta tanto a la alcaldesa como al tesorero. El encargado de manejar esa llamémosle liquidez se había clavado la lana y nadie pudo hacer nada. ¿Cómo diablos decirle a la autoridad y a los gobernados que fulanito de tal se había llevado el dinero de los giros negros? Asunto peliagudo.

Ahí está pues el tema que forma parte de la honestidad que incluye la verdad. 

Alejandro C. Manjarrez